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La radiación solar es una importante variable meteorológica que sirve para conocer la cantidad de “calor” que recibiremos del sol en la superficie terrestre. Esta cantidad de radiación está siendo alterada por el cambio climático y la retención de gases de efecto invernadero, que son capaces de calentar la superficie del suelo, de los objetos e incluso nuestros cuerpos, sin apenas calentar el aire.

Asimismo, la radiación es la transferencia de energía por ondas electromagnéticas que se produce directamente desde una fuente hacia afuera de ella en todas las direcciones. Estas ondas no necesitan un medio material para propagarse, pues pueden atravesar el espacio interplanetario y llegar a la Tierra desde el Sol.

Por otro lado, el sol, las lámparas solares y las cámaras de bronceado, entre otros, emiten radiación ultravioleta (UV), que es el conjunto de radiaciones del espectro electromagnético con longitudes de onda menores que la radiación solar. La exposición a la radiación UV causa daños y envejecimiento prematuro de la piel que puede convertirse en cáncer de piel a futuro, por lo que quienes se exponen más a este tipo de rayos, corren mayor riesgo de padecer esta enfermedad. 

La piel recibe luz solar de dos formas diferentes: directa, que es cuando llega a la piel sin mediaciones desde su fuente (el Sol), y difusa, que es la que se recibe indirectamente, dispersada por las partículas atmosféricas o reflejada por cualquier superficie que la difunda en todas direcciones y regula su intensidad. Por tanto, la exposición solar total que recibimos es la suma de la radiación directa e indirecta absorbida por la piel.

Mediante este espacio, en conmemoración del Día Mundial de la Salud que se celebra el 7 de abril de cada año para recordar el aniversario de la creación de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en 1948, buscamos crear consciencia sobre los peligros para la piel de exponerse a la radiación solar por mucho tiempo o de forma directa.

Sin importar la edad y color de piel, toda persona debe limitar el tiempo que pasa bajo el sol, especialmente entre la media mañana y el final de tarde y evitar las fuentes de radiación UV. No sólo es importante la cantidad de luz solar que recibe tu piel, sino también la manera en la que la absorbe, ya que ambos factores hacen que la exposición solar pueda tener efectos nocivos en tu salud.

Protege tu piel

Es realmente importante que protejas tu piel de la exposición solar, pues esta es uno de los múltiples agentes agresores que daña y afecta su acción principal que es la de proteger el cuerpo humano.

  1. Utiliza protectores solares con factor de protección (FPS) de 15 a 30. Aplica la cantidad recomendada del producto en la piel y mantenla descubierta por 30 minutos antes de salir al sol. Si practicas algún deporte, también aplicate luego de ejercitarte y de haber sudado.
  2. Evita la exposición al sol entre las 10 y las 16 horas, pues entre ese lapso se dan las muestras más altas de sol. Asimismo, ten en cuenta que la radiación UV también se refleja en las diferentes superficies y materiales del entorno, por lo que puede intensificarse considerablemente en función de donde te encuentres.
  3. Usa sombrillas o sombreros de ala ancha para proteger por completo tu rostro, cuello y orejas, pues normalmente, las gorras y viseras protegen pero no a totalidad.
  4. Utiliza lentes de sol que bloqueen la radiación UV , esto hará que protejas tu piel alrededor de los ojos.

  5. Adquiere blusas, camisas y pantalones de manga larga. Las telas de tejido cerrado y colores oscuros son las mejores, incluso algunas hasta están clasificadas con un factor de protección solar (FPS). En cuanto más alto sea el factor, mayor será la protección de la luz solar.

  6. Evita utilizar camas solares o de bronceado.

Solo tienes una piel, así que protégela del daño solar.

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